NAVIDAD: DAR Y RECIBIR

La Navidad, época para sensibilizarnos frente a la venida del Hijo de Dios (Dios mismo) que viene a señalarnos el camino a recorrer en este nuevo éxodo que nos conducirá a ver en cada uno el cumplimiento de la GRAN PROMESA. Epoca también que nos reúne para sentirnos como familia en la que el gran símbolo de esos sentimientos que nos unen el REGALO.

Buscamos afanosamente qué regalar a nuestros hijos, padres, hermanos, amigos, compañeros de trabajo, etc…, afán que con facilidad nos hace caer en manos del consumismo que todo el año prepara sus fauces para esta temporada.

Pretendo con este mensaje recordar a todos que Navidad es la celebración de haber recibido ese Gran Regalo que fue el Hijo de Dios Mismo para salvarnos, es recordar que su envoltura fue LA HUMILDAD lo sujetaba EL AMOR: traía una tarjeta individual marcada con tu nombre.

Creo que uno de los verbos que más se conjuga en Navidad es DAR y junto a este está lógicamente RECIBIR.

Se escucha siempre que hay que dar para recibir. No es este un dar interesado? Dónde queda entonces ese “dar sin esperar nada a cambio”?

Y el que recibe….. entonces queda comprometido a ser parte de lo que recibirá el que le DA?

Qué difícil el DAR como verdadero acto de AMOR CRISTIANO en este mundo donde todo es una transacción comercial, verdad?

Transcribo aquí lo que Gibrán Khalil Gibrán dice a cerca del DAR, creo que es bastante claro y liberador.

Entonces, un hombre rico dijo: Háblanos del dar.

Y él contestó:

Dais muy poca cosa cuando dais de lo que poseéis.

Cuando dais algo de vosotros mismos es cuando realmen­te dais.

¿Qué son vuestras posesiones sino cosas que atesoráis por miedo a necesitarlas mañana?

Y mañana, ¿qué traerá el mañana al perro que, demasiado previsor, entierra huesos en la arena sin huellas mientras sigue a los peregrinos hacia la ciudad santa? ¿Y qué es el miedo a la necesidad sino la necesidad misma?

¿No es, en realidad, el miedo a la sed, cuando el manan­tial está lleno, la sed inextinguible?

Hay quienes dan poco de lo mucho que tienen y lo dan buscando el reconocimiento y su deseo oculto malogra sus regalos.

Y hay quienes tienen poco y lo dan todo.

Son éstos los creyentes en la vida y en la magnificencia de la vida y su cofre nunca está vacío.

Hay quienes dan con alegría y esa alegría es su premio.

Y hay quiénes dan con dolor y ese dolor es su bautismo.

Y hay quienes dan y no saben del dolor de dar, ni buscan la alegría de dar, ni dan conscientes de la virtud de dar.

Dan como, en el hondo valle, da el mirto su fragancia al espacio.

A través de las manos de los que como esos son, Dios habla y, desde el fondo de sus ojos, El sonríe sobre la tierra.

Es bueno dar algo cuando ha sido pedido, pero es mejor dar sin demanda, comprendiendo.

Y, para la mano abierta, la búsqueda de aquel que recibi­rá es mayor goce que el dar mismo.

¿Y hay algo, acaso, que podáis guardar? Todo lo que tenéis será dado algún día.

Dad, pues, ahora que la estación de dar es vuestra y no de vuestros herederos.

Decís a menudo: «Daría, pero sólo al que lo mereciera.» Los árboles en vuestro huerto no dicen así, ni lo dicen los rebaños en vuestra pradera.

Ellos dan para vivir, ya que guardar es perecer.

Todo aquel que merece recibir sus días y sus noches, merece, seguramente, de vosotros todo lo demás.

Y aquel que mereció beber el océano de la vida, merece llenar su copa en vuestro pequeño arroyo.

¿Y cuál será mérito mayor que el de aquel que da el valor y la confianza -no la caridad- del recibir?

¿Y quiénes sois vosotros para que los hombres os muestren su seno y os descubran su orgullo para que así veáis sus mere­cimientos desnudos y su orgullo sin confusión?

Mirad primero si vosotros mismos merecéis dar y ser un instrumento del dar.

Porque, a la verdad, es la vida la que da a la vida, mientras que vosotros, que os creéis dadores, no sois sino testigos.

Y vosotros, los que recibís -y todos vosotros sois de ellos- no asumáis el peso de la gratitud, si no queréis colocar un yugo sobre vosotros y sobre quien os da.

Elevaos, más bien, con el dador en su dar como en unas alas.

Porque exagerar vuestra deuda es dudar de su generosi­dad, que tiene el libre corazón de la tierra como madre y a Dios como padre.”

Amparo Yalile Figueroa| idyanunciad.com


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