¿Ha leído algún buen libro? Un Plan de Lectura Espiritual para Toda la Vida

Cuando haga su lectura espiritual, póngase en la presencia de Dios e invoque al Espíritu Santo. Asegúrese que está completamente alerta y en una habitación con buena luz y sin distracciones.  La lectura no debe durar más de 15 minutos pero nunca menos.

El propósito de la vida de un católico es llegar a ser santo. Por la gracia de Dios, podemos colaborar con El en esta tarea que dura toda la vida. Ya conocemos varios medios, y uno de ellos, verdaderamente indispensable, es la lectura espiritual que esta a la disposicion de todo el que sabe leer. San Josemaría Escrivá decía: «Que tu conducta y tu conversación sea tal que todo aquel que te mire o te escuche, pueda decir: Esta persona lee la vida de Jesucristo».

Demos un vistazo a la situación actual de la mayoría de los católicos en Europa y Norteamérica. Lamentablemente creo que estoy en lo cierto cuando digo que el contacto que la gran mayoría de los varios cienes de millones de personas tienen con la Sagrada Escritura es durante unos 10 minutos durante la Misa del domingo. Además, la mayoría tiene solamente una educacion catequética rudimentaria, que generalmente termina a una temprana edad. Por tanto, no conocen la Sagrada Escritura y a duras penas recuerdan el Catecismo. Además, muy pocas personas tienen conocimiento de los grandes clásicos de la espiritualidad católica.

Por otra parte, sus ojos y oídos se ven asaltados a diario por una avalancha de estímulos que parecieran diseñados por el demonio, o por lo menos por los muchos amigos que tiene en la tierra, para mantenernos inmersos en el mundo de lo efímero y nuestras mentes muy lejos de la vida sobrenatural. Constantemente y en forma progresiva, la mayoría de la gente sólo lee libros y revistas que no son más que basura. Las películas que miran están llenas de violencia y estímulos sexuales, al igual que la música que se escucha. En el típico hogar americano la gente mira televisión durante un promedio de siete horas al día, convirtiendo a las personas en zombies, aptos para ser manipulados. La única competencia no es el disfrute saludable de la mutua compañía familiar, sino los juegos de computadoras y el Internet, donde basta apretar un botón para encontrar tentaciones muy serias.

Me parece que esta descripción es un retrato acertado de la vida diaria de cienes de millones de católicos.

Afortunadamente esto aún no ha llegado a todas partes del mundo, pero en vista de la actual hegemonía del Occidente secular, puede serlo muy pronto. Que remedio existe para detener este asalto de la cultura de la muerte que lleva no sólo al embotamiento sino a la muerte del alma? Una respuesta es la lectura espiritual católica, que está disponible para todo aquel que tenga ojos para ver, oídos para oir (Recordemos los libros en cassettes) y dinero para comprar libros o bibliotecas donde prestarlos.

«La lectura ha producido muchos santos». Es difícil imaginar un santo que no haya sido profundamente influenciado por la lectura espiritual no sólo antes de entregar su vida a la obra de Dios en la tierra, sino continuando la lectura espiritual como parte integral de su rutina diaria hasta el día de su muerte.

Dice Santo Tomás de Aquino: «Nada hay en el intelecto que no nos haya llegado primero por los sentidos». Lo maravilloso es que tenemos una clara ventaja, ya que a medida que pasan los años y los siglos, apenas estaríamos empezando a cubrir una pequeña porción de los cienes de miles de los grandes clásicos espirituales, y de la poesía y la prosa inspirada por el catolicismo.

Veamos el ejemplo de San Agustín, quien escuchó la frase «Tolle et lege» (Toma y lee) y abrió el Evangelio en una sección que como resultado, cambió su vida y el curso de la civilización cristiana. San Antonio, el fundador del monasticismo, se conmovió tanto leyendo la historia del joven rico que siguió el mandato de «Vende todo lo que tienes, dalo a los pobres, y ven sígueme». Sin esta obediencia a la Palabra, quién sabe si la cristiandad hubiera podido sobrevivir el asalto de la invasión bárbara. San Ignacio, convalesciendo en su cama de las graves heridas recibidas en batalla, echó a un lado el equivalente a lo que hoy llamamos sensacionalismo, comenzó a leer libros espirituales que lo inspiraron a cambiar radicalmente su vida, abrazar a Cristo y fundar la orden de los Jesuítas, los grandes campeones de la Reforma Católica. Otra vez se cambió la historia del mundo.

O en tiempos más modernos, pensemos en el joven Anglicano divino, John Henry Newman, quien leyendo y releyendo los Padres de la Iglesia, vino a darse cuenta que, como Anglicano, su posición era análoga a la de un semi-Pelagiano. Leyó los argumentos de San Atanasio, quien dijo que sólo la Iglesia Católica «gobierna el mundo» y la Iglesia fue bendecida con una de las más grandes conversiones cuya influencia nos llega hasta el día de hoy.

Observemos al escritor espiritual moderno Thomas Merton quien, por pura curiosidad tomo un libro escrito por Etienne Gilson, el gran Tomista francés, sobre «Los elementos de la filosofía cristiana», y esto lo llevó a estudiar más detenidamente los postulados del catolicismo. Su estudio lo llevó a la conversión y eventualmente a su vocación como monje trapense. Flannery O’Connor, la gran autora católica sureña, se propuso leer por lo menos 20 minutos diarios de la Summa, y en consecuencia sus escritos están llenos del sentido común y aun del tono irónico del Doctor Angélico. Estos son apenas unos pocos ejemplos que podrían citarse. En realidad, creo que toda persona que lea este articulo, podría contarnos su propia historia ahora o muy pronto!

El Santo Padre en su carta apostólica «Al comienzo del Tercer Milenio», que constituye el plan apostólico para nuestro siglo, nos urge a que «contemplemos el rostro de Cristo», y uno de los medios principales que nos señala es la Sagrada Escritura: «La Escritura tiene un legítimo lugar de honor en la oración pública de la Iglesia. Es especialmente importante que el escuchar la palabra de Dios se convierta en un encuentro vivificante, en la antigua y siempre nueva tradición de la ‘lectio divina’, que extrae del texto bíblico la palabra viva que cuestiona, dirige, y da forma a nuestras vidas».

Según el Catecismo de la Iglesia y el Concilio Vaticano II, la Sagrada Escritura es la palabra de Dios puesta por escrito por el soplo del Espíritu Santo. La Biblia consta de 72 libros en el Nuevo y el Antiguo Testamento, confirmados por la Iglesia en el Concilio Provincial de Hipona en 393, como canónicos (o de inspiración divina). La Sagrada Escritura no es solamente la guía de nuestra salvacion, de la que fluye virtualmente toda la teología y práctica catolicas, sino que también es la base de la cultura cristiana.

Sin la Biblia nos reduciríamos a simples adoradores de la naturaleza, o algo peor. Parafraseando el Catecismo: «La verdad que Dios ha revelado para nuestra salvación, la ha confiado a la Sagrada Escritura». Pero como el Espíritu Santo ha trabajado por medio de autores humanos quienes han usado muchas formas literarias para comunicar el Mensaje, es comprensible que acudamos sobre todo a la Iglesia para guiarnos en la interpretación correcta.

Después de todo, hasta San Pedro encontró desconcertantes algunos de los escritos de San Pablo! Este libro, el mejor vendido y el más citado de la historia, debe ser nuestro libro predilecto, para leerlo y meditarlo por lo menos unos pocos minutos diarios en forma ordenada.

Podríamos llamar a la Biblia el libro sin fin, ya que una vez que lo terminemos, lo comenzamos de nuevo, una y otra vez hasta que Dios nos llame a su lado. Es muy importante que aprendamos de la Biblia cómo vivir y para tal efecto, hacer resoluciones diarias. Con el tiempo vendremos a tener tal familiaridad con las historias de la Biblia, especialmente las del Nuevo Testamento, como la historia de nuestra propia vida, y entonces empezaremos a vivir en Cristo, inmersos en sus palabras y ejemplo.

La Biblia vendrá a ser la inspiracion frecuente de nuestra meditación y el texto principal para nuestro trabajo de evangelización.

Para asegurarnos de que nuestra Biblia esté siempre cerca de nosotros, es una buena idea tener una edición grande de la Biblia en casa y una edición de bolsillo del Nuevo Testamento. De ser posible, la versión grande debería tener comentarios que se concentren principalmente en el sentido práctico, espiritual o ascético de la Escritura, más que en el aspecto hermenéutico o exegético. Este comentario debe ser fiel a las enseñanzas de la Iglesia. La Biblia es por sobre todo, un libro por el que aprendemos a vivir la vida cristiana, más que para dirimir discusiones sobre aspectos de interpretación. Afortunadamente se han producido recientemente, ediciones que se ajustan a estos lineamientos. También hay libros muy buenos sobre la vida de Cristo que nos ayudan a «contemplar su Rostro», tales como «Conocer a Cristo Jesus» (To know Christ Jesus), de Frank Sheed y «Vida de Cristo» por Fulton Sheen.

Para complementar adecuadamente la lectura diaria de la Sagrada Escritura, sería bueno leer algún libro espiritual, normalmente recomendado por el propio director espiritual. Es prácticamente imposible agotar los libros clásicos espirituales católicos, ya que ni un universo entero de libros podría contarnos todo lo que Jesús hizo y enseñó durante su Vida. Estos libros pueden incluir obras del magisterio de la Iglesia, vidas de santos y libros escritos por santos, obras de teología, y una plétora de clásicos espirituales católicos.

Es una buena práctica leer sólo un libro a la vez, de principio a fin, quizás haciendo anotaciones o subrayando aquellos puntos que nos llaman la atención, de manera que podamos usarlos en la oración silenciosa, o en nuestras conversaciones con nuestro director espiritual. El Catecismo (2654) señala: «Buscad leyendo, y encontraréis meditando; llamad orando, y se os abrirá por la contemplación». Una buena lectura espiritual lleva a la oración, a la auto negación y a un deseo cada vez mayor de compartir la evangelización con la familia, los amigos y la cultura que nos rodea.

Antes de finalizar, quiero agregar unos pocos consejos prácticos: Cuando haga su lectura espiritual, póngase en la presencia de Dios e invoque al Espíritu Santo. Asegúrese que está completamente alerta y en una habitación con buena luz y sin distracciones. O sea: Nunca tarde en la noche y acostado. No cree usted que la Palabra de Dios y los grandes clásicos espirituales merecen más que eso? La lectura no debe durar más de 15 minutos pero nunca menos. Juan Pablo II nos insta a seguir el mandamiento del Señor, de «ir y buscar lo hondo para pescar». Nuestro compromiso de lectura espiritual diaria nos ayudará a ser «pescadores de hombres».

Publicado primero en New Covenant en noviembre de 2001.
First appeared in New Covenant in the November, 2001, issue.

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