Relación entre el Camino Neocatecumenal y el concilio Vaticano II
Durante los primeros siglos de la iglesia, en un mundo completamente pagano, cuando alguien quería ser cristiano, y por tanto bautizarse, se le iniciaba a través de un tiempo de catequización que, por ello mismo, se denominaba «catecumenado». En nuestro contexto social de increencia se ha visto cada vez con mayor claridad, por parte del Magisterio, la urgencia de reevangelizar a los católicos y proponer la fe a los alejados. En esta circunstancia eclesial el «Camino neocatecumenal» constituye un instrumento al servicio de los obispos dentro de las parroquias para acercar a la fe cristiana a tantas personas que, por las presiones de la secularización, la han perdido o nunca la han vivido en profundidad.
Cómo nació esta realidad eclesial? Tuvo su primer germen entre los pobres de las chabolas de «Palomeras Altas» de las afueras de Madrid, alrededor del año 64. La experiencia del joven Kiko Argüello ( un laico y pintor español convertido del existencialismo ateo) de que Cristo, «Siervo de Yahvé», estaba vivo y presente entre los más miserables de aquellas chabolas, junto con la experiencia de Carmen Hernández (una misionera licenciada en Química y Teología) de las novedades conciliares y del misterio pascual a través del liturgista P. Farnés en Barcelona, fueron las semillas que, cayendo en el surco de las barracas llenas de miseria (delincuentes, ex presidiarios, prostitutas, gitanos…), hicieron surgir una síntesis teológico-catequética («Kerigma») que, con los años y en medio de sufrimientos y dificultades, se desarrollaría como un camino de gestación a la fe o neocatecumenado.
El entonces Arzobispo de Madrid, D. Casimiro Morcillo, al regreso del concilio, pudo conocer de cerca aquella primera comunidad de las chabolas y se percató de que concretaba algunas de las novedades conciliares. Fue él quien, con discernimiento pastoral, impulsó a Kiko y Carmen a llevar esta experiencia de evangelización y de comunidad a las parroquias de Madrid, de otros lugares de España y de Italia. El redescubrimiento de la Vigilia Pascual, con las renovaciones litúrgicas, catequéticas, teológicas, eclesiológicas que había diseñado el Vaticano II, fueron tomando cuerpo en el Camino Neocatecumenal en la misma medida en que se extendía por todos los continentes a través de numerosos «catequistas itinerantes» (presbíteros con seglares que abandonan sus trabajos y hogares para evangelizar en cualquier parte del mundo requeridos por los obispos). Gracias a la fecundidad del Concilio, aquellas semillas plantadas milagrosamente hace ya unos treinta años en los suburbios madrileños, han ido germinando como instrumento de evangelización en las parroquias para abrir un camino de iniciación cristiana tanto a los ya bautizados como a los paganos y alejados de la Iglesia. Esta iniciación cristiana de adultos actualmente está presente en unas cuatro mil parroquias, con muy diferentes contextos socioeconómicos, repartidas en más de setecientas diócesis de casi cien naciones de los cinco continentes.
El convencimiento – acrecentado por los años – de que el Camino Neocatecumenal concreta y potencia aspectos fundamentales del concilio Vaticano II, me ha impulsado a escribir estas páginas para mostrar en qué medida el Trípode (PALABRA-LITURGIA-COMUNIDAD) en que se apoya la pastoral de esta iniciación cristiana de adultos no podría concebirse, ni llevarse a la práctica parroquial, sin el respaldo que los documentos conciliares expresamente le concede. Es justamente desde el espíritu y la letra de estos documentos, desde donde cabe comprender la fecundidad espiritual del Trípode en que se basa este camino. Vamos a comprobar la estrecha armonía que existe entre el Camino Neocatecumenal y el Vaticano II, tanto en lo que se refiere a los modos y contenidos de la predicación e interpretación de la Escritura (PALABRA) , como a las formas renovadas de celebrar los sacramentos (LITURGIA), y a la eclesiología que se vive en la comunión entre los hermanos (COMUNIDAD). Soy consciente de que el tema requeriría un estudio más extenso que el que cabe presentar en esta revista. Sin embargo, a pesar de la brevedad, espero mostrar cuál ha sido, a mi personal entender, la contribución del Camino Neocatecumenal en la puesta en práctica de muchas sugerencias renovadoras del Concilio. Es más, me atrevería a decir que justamente una de las razones principales por la que este proceso de iniciación cristiana se ha revelado tan fecundo en distintas zonas del mundo cabe encontrarla en que ha sabido canalizar, sintetizar y hacer vivir a amplios sectores de la Iglesia – curas, fieles laicos, religiosos – en el seno de miles de parroquias dimensiones fundamentales del Concilio.
Sobre la Palabra
Relevancia de la Escritura.
Es bien sabido que la Palabra de Dios es uno de los pilares fundamentales de este proceso de iniciación a la fe. El contenido esencial de las primeras catequesis para constituir la comunidad se extrae de la Palabra, cuyo centro es Jesucristo, su muerte y su resurrección («Kerigma»). Todas las semanas hay en las comunidades una Celebración de la Palabra, preparada por un grupo de hermanos que proclama textos del Antiguo y del Nuevo Testamento. Se escucha con suma atención, se medita, y ante ella se responde personalmente. Siendo siempre Jesucristo el centro de la Palabra. Según la fase del camino en que se encuentre cada comunidad se entra en la escritura desde aspectos distintos (conceptos, personajes, temas, etapas, libros …). A la luz de la Palabra se va modelando la fe y la moral de los que la escuchan.
Se podría afirmar que todo lo que se vive durante años en las comunidades en torno a la Palabra de Dios sólo ha sido posible gracias a la Constitución Dogmática Dei Verbum; la interpretación «cristocéntrica» de la Escritura (DV 17,18), la insistente presentación del ambiente cultural judío (DV 12) de los textos principales que introducen a las distintas etapas del camino, la importancia que se concede al Antiguo Testamento y a la unidad de ambos Testamentos (DV 15-16), la constancia en apoyar las interpretaciones de la Escritura en textos de los Santos Padres, de la Tradición y del Magisterio (DV 10), la difusión de Vocabularios Bíblicos y de la Biblia de Jerusalén en las comunidades por sus rigurosos paralelos y aclaratorias notas exegéticas (DV 25), el tiempo dedicado a escrutar personalmente la Escritura en uno de los pasos de este itinerario de fe, y por último, el presupuesto hermenéutico que subyace a todas las celebraciones de que a través de la proclamación de la Palabra en un contexto orante se establece un diálogo entre Dios y el hombre (DV 25)…
Afirmar, como se ha hecho en algunas ocasiones, que las alegorías con las que Kiko interpreta la Escritura son favorecedoras de su propia trayectoria religiosa y determinan todas las posibles interpretaciones en el Camino, es olvidar que en miles de comunidades repartidas por el mundo se proclaman todas las semanas centenares de textos distintos, y miles de catequistas y presbíteros predican desde su propia experiencia de fe y conocimiento de la Escritura apoyándose en textos bíblicos del momento litúrgico. Evidentemente no todos los hermanos de las comunidades, entre los que hay de muy distinto nivel cultural y social, no todos los catequistas, poseen conocimientos rigurosos de los métodos histórico-críticos de interpretación de la Escritura. Pero este acceso no agota toda la riqueza espiritual y vital de los textos bíblicos. Hay otros niveles de lectura (la hermenéutica alegórica, literaria, existencial, mística, modélica, moral …), que sin negar las aportaciones científicas de la exégesis contemporánea, acercan de una manera más penetrante y viva la Escritura a los problemas humanos en los que están inmersos quienes se sitúan ante la Palabra. Y ésta es también una de las aportaciones más llamativas del Camino Neocatecumenal : la capacidad de acercar, de manera profunda y sencilla a la vez, el acontecimiento salvífico de Cristo a través de un lenguaje directo y liberador. Lo que para tantos católicos no era más que un voluminoso libro de adorno en sus casas, que no sabían comprender ni relacionar con sus vidas, tras el paso por esta iniciación cristiana se convierte en un libro vivo e iluminador de sus diversas situaciones históricas; siendo así posible, como dice el Concilio, que «llena más y más los corazones de los hombres» (DV 26).
b. Antropología bíblica
Por otra parte, se ha subrayado en alguna ocasión, que la antropología que se transmite a través de la predicación de la Palabra en el Camino Neocatecumenal es «pesimista». A mi modo de ver, el término pesimista y su contrario optimista, no son los más adecuados para expresar lo que es el hombre según la Revelación, según la Tradición de la Iglesia, según el Vaticano II y según el Camino Neocatecumenal. El problema es mucho más serio. Desde el Gn 3 y sus implicaciones en la historia de la salvación, pasando por Rm 7,14 , Hb 2,14-15, etc…, se constata una antropología según la cual el hombre vive, como dice la misma Gaudium et Spes, en una lucha y sometido a esclavitud. Y ésta es la que hay que hacer patente a los hombres para que pueda ser acogido el Evangelio, la resurrección de Cristo, como una buena noticia, como una «liberación de las ataduras del pecado y del miedo a la muerte. Los párrafos del 10 al 18 de este gran documento exponen sin duda la base antropológica que subraya la predicación del Kerigma en el Camino Neocatecumenal, ya desde las primeras catequesis de los años sesenta. Aquellos textos conciliares ilustran magistralmente cuál es la situación existencial de todo hombre. Y por otro lado, el n. 22 nos expresa el hombre nuevo, los frutos liberadores de la resurrección de Cristo. Sería deseable que los lectores meditasen el n. 13, que refleja la situación del hombre al que hay que predicar el Evangelio.
Igualmente, afirmar, que la concepción de la sociedad que se posee en las comunidades es también pesimista, por cuanto aquella combate a Dios, supone olvidar que la misma Gaudium et Spes reclalca, junto a los aspectos positivos de las sociedades avanzadas – que nadie sensato podría negar -, los males que en ellas se desarrollan, derivados del corazón humano: » Es cosa cierta que las perturbaciones, tan frecuentes en el orden social, provienen, al menos parcialmente, de la misma tensión de las estructuras económicas, políticas y sociales. Pero más radicalmente proceden de la soberbia y egoísmo del hombre, que pervierten también el ambiente social. Pues cuando la realidad social es afectada por las consecuencias del pecado, el hombre, que nace ya inclinado al mal, encuentra continuamente nuevos alicientes para el pecado, que ya no puede superar si no es con grandes esfuerzos y con la ayuda de la gracia. (GS 25). Y este enfoque del Vaticano II sobre el hombre y la sociedad al igual que el del Camino Neocatecumenal, procura ser fiel a datos esenciales de la Revelación. Está presente en una parte sustancial de esta Constitución dogmática (36, 37, 38, 39, …), y se inspira en el texto de Rm 12,2 («No os acomodéis al tiempo presente»), recogido en el n. 37, justamente el que analiza la actividad humana en la sociedad viciada por el pecado.
Sobre la liturgia
Hablando de la espiritualidad del Camino Neocatecumenal se ha llegado a afirmar que es más propia del monacato que del laicado, porque los miembros de las comunidades, a partir de una de las etapas del itinerario de fe, rezan individualmente – y unidos los matrimonios – todos los días Laudes, y con la comunidad en Adviento y Cuaresma. Y también porque viven la liturgia – y especialmente la Eucaristía – con la solemnidad y el ritualismo propios de los monjes y monjas de clausura, consumiendo energías y tiempo en «interminables» liturgias.
Cuando se oyen – o se leen – estos comentarios, uno tiene la impresión de que no se conoce la trascendencia que concede el Vaticano II en la Constitución Sacrosanctum Concilium tanto a la Eucaristía como al Oficio Divino y a los Tiempos Litúrgicos. Sin este texto conciliar, tan reformador y fomentador de la Liturgia, no se comprendería la solemnidad y la riqueza participativa de las celebraciones eucarísticas en las comunidades. Además, no es casualidad que el Trípode del Neocatecumenado sea «Palabra-Liturgia-Comunidad», pues emana directamente de los propios textos conciliares, y en concreto de SC (6, 7, 9, 10).
Y si son tan fecundos los frutos cristianos que el Vaticano II atribuye a la Liturgia en los textos indicados más arriba, y en concreto a la Eucaristía, qué hay de malo en celebrarla solemnemente, con toda la riqueza de signos, con la máxima participación de los fieles ( como se recomienda también en SC 30, 35, 48), si constituye la fuente, la fuerza y la cumbre de la vida cristiana? Teniendo presente este documento conciliar, cabe pensar que los laicos no estamos llamados a disfrutar de los dones que el Espíritu Santo derrama en las celebraciones eucarísticas? No parece que el Concilio restrinja la riqueza de la Eucaristía para los monjes y las monjas. Ni tampoco se puede afirmar desde este mismo documento que rezar Laudes o Vísperas, en definitiva, que el Oficio Divino, sea específico del monacato o vida consagrada. En el n. 100 podemos leer una recomendación conciliar que desde hace muchos años es vivida con agradecimiento en todas las comunidades tras una intensa iniciación a la oración: «Se recomienda asimismo que los laicos recen el Oficio Divino, o con los sacerdotes o reunidos entre sí, e incluso en particular».
Sin duda alguien puede pensar que hay muchas tareas sociales más urgentes que celebrar solemnes Eucaristías, o salmodiar comunitariamente Laudes por la mañana antes de ir a trabajar, y que las energías de los laicos habría que gastarlas dedicándose al mundo de la marginación, comprometiéndose con la sociedad, trabajando con organizaciones no gubernamentales… Me consta que no son escasos los que trabajan en Cáritas y otras organizaciones sociales católicas, al mismo tiempo que recorren los pasos de este camino de fe. Además, sé por propia experiencia, que son cuantiosas las sumas de dinero y de bienes que con cierta regularidad – y siempre discretamente – las comunidades reparten entre los más pobres de sus parroquias o entregan al obispo para las necesidades diocesanas.
De todas formas, teniendo en cuenta lo que recomienda el Concilio, igualmente cabría sugerir a los grupos cristianos entregados a tareas sociales de todo tipo, sin duda valiosísimas y necesarias, que quizá están devaluando la predicación de la Palabra de Dios, la Liturgia y la vida comunitaria. En el fondo, nos encontramos con enfoques pastorales sensibles a diversas percepciones de la función de la Iglesia en el mundo actual. Sin embargo, lo que no tiene ningún sentido es negar la inspiración conciliar de la espiritualidad y de la reforma litúrgica que se vive en este camino de iniciación cristiana de adultos. Hubiera sido difícil su difusión internacional y su acogida por parte de los laicos de diferentes clases sociales y niveles culturales, si no fuera porque concretan de manera viva aspectos fundamentales de la renovación litúrgica impulsada por la Sacrosanctum Concilium.
Sobre la Comunidad
Las numerosas comunidades neocatecumenales están compuestas, como es bien conocido, de todo tipo de personas: cultos, ignorantes, ricos, pobres jóvenes, ancianos, matrimonios, solteras, viudas, sacerdotes, monjas, funcionarios, parados, obreros, médicos, maestros… Y además de todas estas diferencias de edad, sexo, rango y situación profesional, las personas poseen distintos caracteres: los hay afectuosos y fríos, flexibles y dogmáticos, pacientes y exigentes, obedientes y rebeldes, críticos y sumisos, orgullosos y humildes, inquietos y pasivos, seguros y dubitativos, crédulos e incrédulos, astutos y sencillos., lobos y corderos… Hay de todo ! Una fauna humana completa. Por ello mismo, uno de los aspectos más llamativos en estas comunidades es justamente que tan agudas diferencias y barreras son poco a poco limadas por la fuerza del Espíritu Santo, suscitándose una comunión y fraternidad tan duradera en años que sólo es explicable gracias a la acción de la Palabra de Dios y de los Sacramentos vividos comunitariamente. Los defectos y pecados de las personas que están recorriendo este camino de maduración en la fe, como de cualquier católico, pueden ser más o menos patentes. Pero también sus virtudes y carismas que florecen gracias a la riqueza espiritual que, generalmente, se vive en las comunidades.
La insistencia del Neocatecumenado en que la fe ha de vivirse en pequeñas comunidades en nuestro contexto secularizado proviene claramente de la eclesiología derivada de la Lumen Gentium. El concilio Vaticano II habla de la Iglesia en distintos lugares como comunidad, y refleja también en muchos de sus textos, como hemos ya comprobado, la estrecha unión del Trípode «Palabra – Liturgia – Comunidad». Según el Concilio, en las comunidades locales, por pequeñas, débiles y pobres que sean, está presente la iglesia de Cristo. Se recalca el Trípode en este documento cuando afirma que en las comunidades locales se congregan los fieles por la predicación del Evangelio de Cristo y se celebra el misterio de la Cena del Señor a fin de que por el cuerpo y la sangre del Señor quede unida toda la fraternidad (LG 26).
Por otra parte, la misión tan destacada de los laicos (unidos siempre a un presbítero que representa a la persona de Cristo y al obispo, según LG 28) en todo el proceso evangelizador del Camino Neocatecumenal es sólo pensable desde los números 30-38 de la Lumen Gentium. Este documento constituye un gran respaldo a la inmensa tarea evangelizadora de centenares de catequistas itinerantes laicos que han salido de las comunidades, que abandonan sus puestos de trabajo y su lugar de residencia para ir a cualquier parte del mundo, acompañados de presbíteros, a predicar el Evangelio, sin ningún tipo de seguridad, a donde les llamen y les envíen los obispos. Asimismo, de las comunidades se están ofreciendo numerosos matrimonios con sus hijos pequeños – son ya más de trescientas familias – que tras abandonar sus casas, sueldos, parientes y países, se distribuyen por grupos, junto con presbíteros, en zonas alejadas de la Iglesia, especialmente conflictivas y pobres, para predicar a Cristo Resucitado donde lo soliciten y los envíen los obispos, colaborando así en la nueva evangelización. En realidad, están siguiendo una práctica que ya existía con san Pablo (Rm 16,3 ss., Flp 4,3) y que sugiere también en el n. 33 de la Lumen Gentium.
La fe en comunidad, además de éstos, va suscitando y perfilando otros muchos carismas: diáconos, catequistas locales ( de adultos, de jóvenes, de niños), acólitos, lectores, cantores, ostiarios, vírgenes, viudas, casados… También surgen cada año de las comunidades numerosas chicas jóvenes que han ido sintiendo poco a poco, a través de las Celebraciones de la Palabra y de las Liturgias, la llamada de Dios a consagrarse definitivamente a la vida monástica (actualmente son casi quinientas chicas las que están entrando en monasterios de las más diversas órdenes religiosas). Y asimismo, la reincidente predicación del Kerigma por parte de los catequistas, la vida sacramental (Eucaristías y Celebraciones Penitenciales) y la fraternidad comunitaria, está siendo un continuo semillero de vocaciones al presbiterado (han salido ya de las comunidades más de dos mil jóvenes para prepararse al sacerdocio, ya sea en alguno de los 28 seminarios Redemptoris Mater repartidos por todo el mundo, o en los Seminarios de las diócesis en que se ubican sus respectivas comunidades). Todas estas vocaciones y carismas para el servicio de la Iglesia Universal que florecen en las comunidades son fruto de la continua escucha de la Palabra, de la fuerza de la Eucaristía y de la vida comunitaria.
Por último no quisiera concluir este artículo sin referirme a la experiencia evangelizadora de los Seminarios «Redemptoris Mater», sobre los que existe más de un prejuicio infundado: se piensa, por ejemplo, que los futuros presbíteros están al servicio de Kiko, que no son diocesanos, que reciben una formación teológica a su aire… En primer lugar, hay que tener presente el hecho de que los seminaristas reciben la formación teológica en las Facultades más cercanas al seminario. En segundo lugar, en los seminarios que no cuentan con tales Facultades están colaborando numerosos e importantes profesores de distintos centros teológicos y bíblicos. Impresiona la disponibilidad y la fructífera colaboración que profesores de varios países ( la mayoría no mantienen ninguna relación con el Camino Neocatecumenal) están ofreciendo en los seminarios dispersos por todo el mundo que, por diversas circunstancias, no cuentan con centros teológicos cercanos. Creo que se está iniciando con estos profesores itinerantes una nueva forma de enseñar teología, siempre vinculada a la Liturgia y a la Palabra. Y en tercer lugar, los futuros presbíteros no están al servicio de Kiko, sino que dependen del obispo de la diócesis en la que se ha erigido el Seminario Internacional, como señala el n. 10 del Decreto Conciliar «Prebyterorum Ordinis» (7 de diciembre de 1965) y el documento de la Sagrada Congregación para el Clero «Postquam Apostoli» (25 de marzo de 1980).
Una de las novedades de estos seminarios es la de conjugar la iniciación cristiana en comunidad con la formación teológica y litúrgica específica de los presbíteros. En muy poco tiempo varios obispos han abierto estos seminarios en sus diócesis. En la actualidad son ya más de veinticinco (Roma, Madrid, Varsovia, Medellín, Takamatsu (Japón), Bangalore (India), Lima, Berlín, Santo Domingo, Brasilia, Estrasburgo…). Estos seminarios, además de su espíritu misionero e internacional, son diocesanos, es decir, dependen plenamente del obispo, como indican sus estatutos y reglas de vida, y como demuestra la experiencia de estos años en las diócesis donde han sido ordenados ya un total de 200 presbíteros. La mayoría de ellos están insertados en la pastoral de las parroquias de la propia diócesis, y una parte ya ha sido enviada en misión por el propio obispo.
Por todo lo dicho en este breve trabajo, creo que queda suficientemente claro que el Trípode que sostiene toda la pastoral neocatecumenal coincide con dimensiones fundamentales del concilio Vaticano II. De hecho , através del Neocatecumenado, las cuatro grandes Constituciones Conciliares: «Dei Verbum (PALABRA), «Sacrosanctum Concilium» (LITURGIA), «Lumen Gentium» (COMUNIDAD), y «Gaudium et Spes» (MISION DE LA IGLESIA EN EL MUNDO ACTUAL), se han ido convirtiendo desde finales de los años sesenta en fuerza evangelizadora para que sea anunciada la buena noticia de la muerte y resurrección de Jesucristo (EL KERIGMA) – oportuna e inoportunamente – tanto a los católicos que necesitan ser fortalecidos en la fe, como a los alejados de la Iglesia que anhelan ser iniciados en el Cristianismos.
Salamanca, junio de 1996
Enrique Bonete Perales es Profesor Titular de Etica (Universidad de Salamanca).
http://www.catholic-church.org/mscperu/neos/0documentos/neo_doc_vat_camino.htm
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Ya es hora de que se entere todo el mundo de que el Camino Neocatecumenal es la renovacion que el concilio a pedido que se realice en la Iglesia. El concilio vaticano II se realiza plenamente en el camino neocatecumenal, ojala se enteren de una vez los parrocos y los obispos y permitan que los carismas que el Espiritu Santo esta suscitando puedan crecer, que hay muchos que lo unico que quieren es impedir la obra de Dios.
Enhorabuena, maravillosa exposicion, del Camino.
Con referencia al Apartado b: Antropología bíblica, de este artículo y con el párrafo número 13 de la Constitución Gaudium et Spes, cuya meditación se recomienda, extraigo este pensamiento: En la actualidad tenemos un mal muy grave, el de que a tí nadie te puede enseñar nada porque tú lo sabes todo, o lo que es peor, no te interesa saber nada. Es decir, existe una necesidad desesperada del hombre actual de reafirmarse a sí mismo ante todo su entorno, porque le desestabiliza cualquier cosa, cualquier contrariedad… y, cualquier sufrimiento, por pequeño que sea, le descoloca. Esto tiene su origen en una profundísima crisis de identidad, que le lleva también a dudar de cuanto le rodea, porque el hombre ya no sabe quien es, no sabe que es hijo de Dios. Esto también le lleva a negar la existencia del demonio como persona, porque la ciudadanía lleva ciertas décadas que está siendo bien aleccionada a menospreciar el Magisterio de la Iglesia.