El regalo de dar a Cristo

Familias enteras que dejan su casa un domingo sólo para ir a misa en la otra punta de la ciudad, en una parroquia sin apenas feligreses; matrimonios que son enviados de su parroquia en el centro de Madrid para ir a predicar y ofrecer la ayuda de la Iglesia a los barrios más pobres y desarraigados de la diócesis. Son las comunidades en misión, una respuesta del Camino Neocatecumenal a la llamada del Santo Padre a la nueva evangelización

La parroquia de San Martín de Porres, en Madrid, está en el centro del llamado barrio de la UVA, un enclave tradicionalmente marginal del distrito de Hortaleza, al norte de Madrid. Comenzó como un barrio chabolista que, en los años 60, se pobló de módulos de viviendas con barrotes en todas las ventanas. En las décadas siguientes, sufrió la devastación del tráfico y del consumo de droga, y fueron muchos los que murieron por su causa en el barrio. En la actualidad, no ha abandonado su aspecto suburbial: todavía hay vecinos que viven en los llamados huecos, trasteros que funcionan como infraviviendas y en los que se llegan a hacinar dos o tres familias a la vez. A este lugar han sido enviadas por el cardenal arzobispo de Madrid dos comunidades neocatecumenales para revitalizar la parroquia; otras ocho han sido enviadas a otras tantas parroquias de la diócesis.
«Impresiona cuando uno viene a ver este barrio», afirma el párroco de San Martín de Porres, don Jorge Pablo Langley. Con tres años al frente de la parroquia, señala que entre los vecinos se puede percibir «un rechazo hacia la Iglesia; no sólo es que vayan poco a misa, es que están más bien en contra de la Iglesia». Aun así, tienen 70 niños en catequesis, pero de las 24 personas que ayudan a los sacerdotes en su labor pastoral y de Cáritas, sólo 3 pertenecen al barrio. Por ello, pidió hace tiempo a Kiko Argüello, iniciador del Camino Neocatecumenal, que le mandara alguna comunidad en misión para ayudarle. El pasado jueves, solemnidad de la Epifanía del Señor, el cardenal arzobispo de Madrid, en la celebración de la Eucaristía, realizó el envío de diez comunidades de Madrid y que ya han terminado la Iniciación cristiana en el Camino; dos de ellas irán a la parroquia de San Martín de Porres.

Con niños, a Misa

«Vienen a ayudarnos en nuestra pastoral -confirma don Jorge Pablo-, y en algo todavía más importante: van a visitar a los vecinos y a salir a la calle, a las casas, llevando el Evangelio y ofreciendo a los que lo necesiten la ayuda de Cáritas; van a buscar a la gente en sus domicilios, a los enfermos también, y a ayudarles en sus sufrimientos».
La experiencia no es nueva. Se inició hace dos años en Roma, con el envío que hizo el Santo Padre de catorce comunidades neocatecumenales a parroquias con poca vida eclesial, en zonas marginales de Roma, con apenas feligreses. Cuenta Álvaro de Juana, responsable de comunicación del Camino Neocatecumenal, que «a todos se les pidió que asistieran a misa todos los días por la mañana, antes del trabajo, para que los vecinos vieran que la parroquia seguía teniendo vida, y también que ayudaran en Cáritas, en el ropero para los pobres, en las catequesis de comunión y en los cursillos prematrimoniales. Los domingos van todos a misa con sus familias y participan en la liturgia; van con todos sus niños, con sus carritos, algo que los vecinos no veían desde hace años».

En busca de los alejados

Una de las comunidades que sale en misión pertenece a la parroquia de San José, en el centro de Madrid, cercana a la plaza de Cibeles, y ha sido enviada a la parroquia de Santa Paula, al norte de la capital. Su responsable, don Jesús Serrada, afirma que «estamos expectantes y lo vivimos como una aventura, algo nuevo que nos ayuda mucho, dentro de la incertidumbre que tenemos. No sabemos qué es lo que vamos a hacer -salimos de nuestra tierra, como Abrahán-, pero estamos con ánimo de ayudar a lo que el párroco quiera. Sobre todo nuestra misión es ir a los alejados, a gente que no tiene contacto con la parroquia. Le pedimos al Señor que nos conceda tener amor a estos hermanos, que podamos ir con humildad, conscientes de que somos como los demás, pecadores, y que el Señor ha hecho mucho por nosotros. Nos envía a hacerle presente a Él: esto es un regalo, no una carga».
«Los hermanos que vienen a mi parroquia, de las comunidades de Nuestra Señora del Tránsito y de San Sebastián -confirma don Jorge Pablo Langley, párroco de San Martín de Porres-, están con mucha ilusión. Salen de su casa y están dispuestos a lo que les pidan. Llega un momento en que uno siente la necesidad de no guardárselo todo para sí mismo. La evangelización es eso: anunciar lo que has recibido, dar gratis lo que gratis te han dado. Igual que un misionero renuncia a muchas cosas por Jesucristo, también estos hermanos que han recibido tanto, renuncian a sus comodidades y lo están dando todo de vuelta».

http://www.alfayomega.es/Revista/2011/720/14_reportaje2.html

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1 Comentario

  1. obelixelgalo says:

    En verdad cuando se encuentra el descanso en medio del sufrimiento y experimentas la paz, es la prueba fehaciente de que Dios existe y que nos ama profundamente. Es un regalo el que el Señor te regale la posibilidad de dar la vida por el otro.

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