«Si te olvidare, oh Jerusalem, olvide mi diestra su habilidad; adhiérase mi lengua al paladar si de tí no me acordare; si no pusiere a Jerusalem en la cumbre de mis alegrías.» (Salmos 137:5-6)
Jerusalem, la capital de Israel y sede del gobierno, es la ciudad más grande del país. Su población alcanza los 634.000 habitantes (de ellos 14.000 cristianos) es un mosaico de diversas comunidades nacionales, religiosas y étnicas. Jerusalem es una ciudad con lugares históricos cuidadosamente preservados y restaurados, y con modernos edificios, suburbios en permanente expansión, zonas y centros comerciales, parques industriales de alta tecnología y de bellos paisajes. Es una ciudad al mismo tiempo antigua y moderna, con sus tesoros del pasado y con sus planes para el futuro.
La santidad de Jerusalem está reconocida por las tres grandes religiones monoteístas, el judaísmo, el cristianismo y el Islam, pero la naturaleza de dicha santidad difiere para cada una de ellas.
Para el pueblo judío, la ciudad es santa en sí. Elegida por Dios en su promesa a David, Jerusalem es el centro mismo de la existencia espiritual y nacional, y de la continuidad judía. Durante casi 3.000 años, desde los tiempos del rey David y la construcción del Primer Templo a cargo de su hijo Salomón, Jerusalem fue el foco de las plegarias y la devoción judía. Dondequiera éstas estuvieran, durante casi 2.000 años, siempre se volvieron hacia Jerusalem y el Monte del Templo durante sus plegarias.
Para los cristianos, Jerusalem es la ciudad de los Santos Lugares asociados con los hechos de la vida y ministerio de Jesús y con la historia de la temprana iglesia apostólica. Se trata de lugares de peregrinaje, plegaria y devoción. Las tradiciones que identifican algunos de esos lugares datan de los primeros siglos del cristianismo.
En la tradición musulmana, el Monte del Templo es identificado como «el santuario más alejado» (en árabe, masjid al-aksa) desde el cual el profeta Mahoma, acompañado por el ángel Gabriel, llevó a cabo la travesía nocturna hacia el Trono de Dios (el Corán, Sura 17:1, Al-Isra).
La Ley de los Santos Lugares (5727-1967) garantiza el libre acceso a los lugares sagrados para los miembros de los diferentes cultos.
La soberanía judía en la ciudad llega a su término en el año 135, con la represión de la segunda rebelión que éstos llevan a cabo contra Roma y sólo fue restaurada en 1948, con la creación del Estado de Israel. Durante todos esos siglos Jerusalem estuvo bajo el dominio de potencias extranjeras. No obstante, a lo largo del tiempo siempre hubo judíos que vivieron en Jerusalem y desde 1870 constituyen la mayoría de su población.
Como resultado de las luchas entabladas durante la Guerra de la Independencia en 1948 y de la división de Jerusalem, las sinagogas históricas y academias rabínicas en el Barrio Judío de la Ciudad Vieja fueron destruidas o severamente dañadas. En 1967, con la reunificación de la ciudad después de la Guerra de los Seis Días, el Barrio Judío en la Ciudad Vieja, con sus academias y sinagogas, fue restaurado y reconstruido.
Hoy en día Jerusalem es una ciudad vibrante y vital. Es un centro cultural de renombre internacional, que ofrece festivales de cine y de artes representativas, conciertos, museos singulares, amplias bibliotecas y convenciones profesionales.
«Tres mil años de historia nos contemplan hoy desde esta ciudad sobre cuyas antiguas piedras surgiera la antigua nación judía, en cuyo límpido aire de montañas absorbieran las tres religiones su esencia espiritual y su fortaleza…
«Tres mil años de historia nos contemplan hoy desde esta ciudad en la que las bendiciones del sacerdote judío se mezclan con el llamado del almuecín musulmán y con las campanas de las iglesias cristianas; en la que en cada callejuela y en cada casa de piedra se han oído las admoniciones de los profetas; cuyas torres han visto el surgimiento de las naciones y su caída; pero Jerusalem permanece eternamente…
Los tres mil años de Jerusalem constituyen para nosotros, ahora y para siempre, un mensaje de tolerancia entre los cultos, de amor entre los pueblos, de entendimiento entre las naciones…»
(Yitzhak Rabín, septiembre de 1995)
A través de los siglos, Jerusalem ha sido conocida con numerosos nombres de admiración y reverencia. El más adecuado de todos es «la Ciudad de la Paz». |