Espíritu Santo. Imágenes y símbolos. Explicación
La multiforme acción del Espíritu Santo, se nos expresa a través de un buen número de imágenes y símbolos. Consideramos ahora algunos:
Agua
El agua significa la acción del Espíritu Santo en el Bautismo; así, el agua bautismal significa realmente que nuestro nacimiento a la vida divina se nos da en el Espíritu Santo.
El Espíritu fecundaba las aguas propiciando la vida. La tierra caótica iba adquiriendo figura por la acción fecundante del Espíritu. Donde hay caos, vacío, confusión y muerte, el Espíritu vivifica.
La vida primera nace desde las aguas por obra del Espíritu
Las torrenciales aguas del diluvio sumergen el pecado de la humanidad y salvan a un hombre justo y su familia, la tierra es renovada para siempre.
El pecado y la maldad han sido sumergidos en el agua. La humanidad revive y se recrea nuevamente.
Las aguas del Mar Rojo, por la acción del Espíritu, salvaron a Israel de la esclavitud.
La promesa de Dios es un agua purificadora y un Espíritu renovador. El agua es condición para la vida, hace crecer y desarrollarse, refresca y purifica, es alegre y transparente, el agua sirve de cuna al hombre nueve meses. No podríamos vivir sin ella. Renueva la tierra. Alimenta las plantas, comunica la vida, nos sostiene y nos limpia el alma.
El Espíritu es el agua que quita la sed para siempre. El Espíritu es el dador de la vida.
Un día también por el Agua y el Espíritu nosotros renacimos para Dios. Llevamos el sello maravillosos de su paso por nosotros.
Unción
El aceite derramado sobre una persona es un signo de elección. Es el ungido, el llamado, el elegido y el consagrado.
Asume una misión, una tarea, una responsabilidad.
Su vida queda marcada para siempre por su Dios.
Así sucedió con los reyes de Israel. Eran ungidos como servidores de su pueblo. David, por ejemplo, fue ungido por Samuel; Aarón fue ungido por Moisés, al igual que el altar del Templo.
Los profetas eran ungidos por el Espíritu para proclamar con valor las palabras y la voluntad de Dios. El ungido es un servidor. El ungido está señalado para el testimonio. El ungido es el protegido de Dios. Pertenece a El. A El obedece. A El sirve. Para El vive. Y en su nombre habla o actúa.
“Cristo» quiere decir «ungido». Jesús es el Ungido por excelencia. El servidor de Dios. El profeta de la verdad.
Jesús es el Ungido por el Espíritu «para proclamar el Evangelio a los pobres, y la liberación a los oprimidos» (Lc 4, 1 8).
La unción es un gesto que consagra a quien la recibe.
El ungido (el cristiano), es un elegido de Dios. El le confía una misión. Lo fortalece en la dificultad. Lo sana de sus enfermedades. Lo llena del Espíritu Santo. El ungido recibe el Espíritu para dar testimonio. Está marcado para siempre. Está sellado por el mismo Dios. Camina con el perfume de la fe. El Espíritu nos consagra para siempre. Nos hace testigos, discípulos, enviados, misioneros de Jesucristo en el mundo.
Estamos marcados con su sello. Y por eso vivimos (ver Lc 7, 36-50; Jn 19, 38-42).
Fuego
Mientras que el agua significaba el nacimiento y la fecundidad de la vida dada en el Espíritu Santo, el fuego simboliza la energía transformadora de los actos del Espíritu Santo.
El fuego calienta la casa, prepara la comida, funde los metales e ilumina la oscuridad.
El fuego invita a reunión, a intimidad, a confidencia, a diálogo y a fiesta.
Hay también fuego que quema y que hiere. Hay fuegos de agresiones y armamentos. Y hay fuegos destructivos como bombas.
Pero existe sobre todo el fuego intenso y sostenido del amor. Es el fuego que arde en cada hombre que siente, que lucha y que ama. Es un fuego permanente, activo y en movimiento.
Es el fuego que no cansa, que no reposa, que no se apaga. Es el amor. El fuego de la vida.
El Dios del amor por el dolor de sus hijos. Mientras caminaban por el desierto el amor de Dios los protegía. El fuego y la nube: el Espíritu de Dios.
El Espíritu es un fuego que arde sin consumirse. Necesitamos el fuego de Dios. Cada día es Pentecostés. Cada día nos levantamos valientemente y salimos a proclamar nuestra fe por las calles
La nube y la luz
Estos dos símbolos son inseparables en las manifestaciones del Espíritu Santo. La Nube, unas veces oscura, otras luminosa, revela al Dios vivo y salvador, tendiendo así un velo sobre la trascendencia de su gloria.
Las nubes, por su situación etérea, su movilidad, por ser portadoras de la lluvia benéfica o de la tempestad devastadora, han dado pie a muchos simbolismos; acompañan las manifestaciones de Dios, lo enmarcan, son su trono, lo manifiestan.
«Entonces la nube cubrió la tienda de la reunión… (ver Ex 40, 34-38).
En la dedicación del templo de Salomón (1 Rom 8, lo-II; Lc 1, 34-35). Y en la Transfiguración (Mt 17, 5).
Sello
El sello es un símbolo cercano al de la unción. En efecto, es Cristo a quien «Dios ha marcado con su sello» (Jn 6, 27) y el Padre nos marca también en El con su sello. Como la imagen del sello indica el carácter indeleble de la Unción del Espíritu Santo en los sacramentos del Bautismo, de la Confirmación y del Orden, esta imagen se ha utilizado para expresar el «carácter» imborrable impreso por estos tres sacramentos, los cuales no pueden recibirse de nuevo.
Para nosotros, hoy, el sello es un relieve en goma que, entintado, deja una marca en un documento y lo legaliza, lo autentifica.
«En él también ustedes, después de haber oído la palabra de la verdad, el evangelio de su salvación, en él también, después de haber creído, fueron sellados con el Espíritu Santo…» (Ef 1, 13). «Y no disgusten al Espíritu Santo de Dios, en el cual fueron sellados para el día de la redención» (Ef 4, 30).
El dedo
Para expresar antropomorfitamente la fuerza de Dios se usa referirse a su brazo (Dt 4, 34), a su mano (Ez 20, 33) a los dedos: los cielos son su obra (Sal 8, 4).
Por el dedo de Dios expulso yo (Jesús) los demonios» (Lc II ,20). Si la Ley de Dios ha sido escrita en tablas de piedra «por el dedo de Dios» (Ex 31,18), la «carta de Cristo» entregada a los apóstoles «está escrita no con tinta, sino con el Espíritu de Dios vivo; no en tablas de piedra, sino en las tablas de carne del corazón» (2 Co 3,3).
La mano
Imponiendo las manos Jesús cura a los enfermos y bendice a los niños. Mediante la imposición de manos de los apóstoles el Espíritu Santo nos es dado. En la Carta a los Hebreos, la imposición de las manos figura en el número de los «artículos fundamentales», es decir, de las verdades importantes de su enseñanza. Este signo de la efusión todopoderosa del Espíritu Santo, la Iglesia lo ha conservado en sus ritos sacramentales.
Viento
Es otro nombre simbólico de la tercera persona de la Trinidad.
Los antiguos tenían la experiencia del viento, brisa apacible o vendaval destructivo, una realidad inmaterial, no se le veía. No se le puede agarrar, pero es acción realísima, elemento misterioso, indispensable para la vida; el hombre no lo puede domar.
«Entonces Dios formó al hombre del polvo de la tierra, sopló en sus narices aliento de vida y fue el hombre ser viviente» (Gén 2, 7). «Cuando llegó la noche de aquel mismo día (el día de la resurrección)… les dijo por segunda vez: La paz esté con ustedes. Como el Padre me ha enviado, así también los envío yo. Y dicho esto sopló y les dijo: Reciban el Espíritu Santo…» (Jn 19, 20.22).
La Paloma
Es la representación simbólica más gráfica y conocida del Espíritu Santo. Al final del diluvio, la paloma soltada por Noé vuelve con una rama tierna de olivo en el pico, signo de que la tierra es habitable de nuevo. Cuando Cristo sale del agua en su bautismo, el Espíritu Santo, en forma de paloma, baja y se posa sobre él. El Espíritu desciende y reposa en el corazón purificado de los bautizados. El símbolo de la paloma para sugerir al Espíritu Santo es tradicional en la iconografía cristiana.
http://almez.pntic.mec.es/~jgag0003/Espiritu%20Santo.htm
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